Dados a conocer por instituciones líderes en la investigación hoy en día, los experimentos sacuden las bases de la ciencia tradicional documentando que:
v Toda la creación está impregnada y conectada a través de un campo de energía sutil.
v Le “hablamos” directamente a este campo a través de la emoción, las creencias y la oración.
v Mediante este campo, somos parte de la curación de nuestros cuerpos y de la paz en nuestras familias, comunidades y naciones.
Dándole nombres que varían desde la Red de la Creación al Espíritu de Dios, las tradiciones antiguas sabían que existía esta presencia. También sabían cómo aplicarla en sus vidas.
En las palabras de su tiempo, dejaron instrucciones detalladas a la gente de su futuro, describiendo cómo podíamos usar esta fuerza invisible para sanar nuestros cuerpos y relaciones, y traer paz a nuestro mundo; todos ellos son parte de la misma fuerza. Hoy en día sabemos que el lenguaje conecta a los tres como un modo “perdido” de orar.
Sin embargo, a diferencia de las plegarias tradicionales que podamos haber utilizado en el pasado, esta técnica de oración no tiene palabras. Se basa en el lenguaje silencioso de la emoción humana. Nos invita a sentir gratitud y apreciación, como si nuestras plegarias ya hubiesen sido respondidas. Mediante esta cualidad de sentimiento, los ancianos creían que se nos da acceso directo al poder de la creación, al Espíritu de Dios.
En el Siglo Veinte, la ciencia moderna puede haber redescubierto el Espíritu de Dios como un campo de energía que es distinto a cualquier otra forma de energía. Parece estar siempre en todo lugar, y haber existido desde el comienzo del tiempo. Tal como sugerían los ancianos, ¡el Campo responde a la emoción humana!
Independientemente de cómo lo llamemos o cómo lo definan la ciencia y la religión, está claro que ahí afuera hay algo –una fuerza, un campo, una presencia- que es el “gran magneto” que nos empuja constantemente el uno hacia el otro y nos conecta con un poder más elevado. Sabiendo que existe esta fuerza, tiene un sentido tremendo que seamos capaces de comunicarnos con ella de un modo que sea significativo y útil para nuestras vidas. Finalmente, quizá descubramos que el mismo poder que sana nuestras heridas más profundas y crea la paz entre las naciones tiene la clave de nuestra supervivencia como especie.
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Traducción: Dora Susana Peralta |